Hoy, en la cuaresma de 2024, os quiero hacer una reflexión sobre la X estación del Vía Crucis (Camino de la cruz): Jesús es despojado de sus vestidos.

EL Vía Crucis, camino de la cruz, es un recorrido por los momentos más importante de la Pasión. Se conforma de 14 estaciones, de catorce paradas, en las que se reflexiona sobre estos momentos que Jesús anduvo sobre el camino que le llevaba a la cruz.

Estación X: Jesús es despojado de sus vestidos.

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Jesús llega a la cima del monte llamado Gólgota cargando con su cruz. El camino ha terminado, pero no ha terminado el sufrimiento; la tortura comienza, no hay descanso para Jesús.

Cansado, cargado con la cruz, y lo primero que hacen es despojarle de sus vestidos. Se le quita lo único que le quedaba, el vestido, la túnica. Le dejan desnudo, pasa de la divinidad a no ser nadie. Le quitan su dignidad.

A lo largo de todo este tiempo, desde que Dios se hizo hombre, poco a poco se ha ido desprendiendo de todo: de la gloria, de la divinidad, del honor, de la fama, de los vestidos.

Todo su cuerpo es dolor. El dolor de los vestidos despojados, de la vergüenza, el dolor de la burla, de los insultos, el dolor de las risas. El dolor del fracaso, del abandono, de la impotencia.

Jesús se deja llevar, extiende sus brazos y deja que le despojen de sus vestidos, de su túnica.

Hoy, siglo XXI, tenemos situaciones que reflejan este despojo, este desprendimiento. Bien cercano tenemos el incendio de Valencia, tantas familias que lo han perdido todo: la casa (el hogar) que nos hace tener una identidad, los vestidos, las ropas, los documentos que te identifican, recuerdos que ahora solamente estarán en la retina, cuadros, fotos, pertenencias.

La guerra de Ucrania, la guerra entre Israel y Palestina. Muerte, devastación, enfermedad, desolación. Familias que se quedan literalmente en la calle, que quedan endeudadas, entrampadas, despojadas de sus bienes y de su dignidad. Ciudades arrasadas, personas despojadas de su identidad y de su vida.

Es como si hubieran sido expulsados de la sociedad, como Jesús, aquella tarde en el monte.

Pidamos especialmente por estas familias, que seamos capaces de tejer de nuevo la túnica que cubre el cuerpo desolado, la vida sin sentido para muchos. Pidamos al Señor, ánimo para esas familias que han quedado desprotegidas, que nos de fuerzas para seguir tejiendo vestidos de dignidad. Pidamos que las olas de solidaridad que se generan ante acontecimientos tan tremendos, llenos de horror, no sean ilusiones temporales, sino infinitos deseos de fortaleza y dignidad.

Ana Casado. Marzo 2024